Habláis de mí, lo sé.
Y sé que de vuestras sierpes
Sólo fluye pestilencia y rencor.
Pues el temor y los miedos irracionales a vivir la propia vida; a los
treinta,
A los cuarenta , a los cincuenta,
Esa patológica e insana sensación de insoportable vacío
se llena sólo con mucho odio,
Real o creado, hacia lo que no se puede ser
O no se llega a comprender.
Pero aún así, en este burocrático infierno
Que es mi trabajo alimenticio,
soportando todo esto (y mucho
más)
En vuestra mediocre hostilidad , sobrevivo.
Pesadamente intento librarme del tráfago desagradable
De vuestro trato y ese forzado gesto, avieso y animal,
Que son vuestros hipócritas holas.
A veces sólo hace falta cruzarse con alguien en un pasillo
Para descifrar su falsa altivez y su miedo a lo que los demás opinen.
Pero tranquilos; os lo perdono todo.
Yo seguiré a lo mío. Intentando ser
Discreto, optimista,
e insobornablemente
Yo; aunque me equivoque.
Gracias os doy por ello.
Gracias por la fuerza que me da vuestro odio.
De todo corazón.
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